SOLILOQUIO
Tendrás aquí los siglos que me unen,
esa mirada apenas perceptible
en el solitario diván de los silencios.
Éramos posible entonces, largamente posibles:
mi gran miedo y tu miedo
mi propio ser aún no descubierto.
Éramos el espejo cilíndrico
que nos fue guardando
cuando tu evidencia de mundo solía perturbarnos
tras mi auxilio de voces y de ausencias.
Sin embargo,
pido la neutral llanura del olvido
para que detrás del destino
las horas continúen
amalgamando soliloquios
de esperma en los sentidos.
Aquí, el apio de la soledad enmudece el estío
mientras la lluvia introduce sus pasos por el mundo.
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