quinta-feira, 27 de fevereiro de 2014

Uma poesia do poeta boliviano Edmundo Torrejón:


TERTULIA A TU BLASÓN

                                                                                                   Para Sergio Bernardo


Hijo
cuando al orbe
eche a andar tu cause
y zarpes de éste oasis:
-Espigones de espíritu y de fuego-,
vehemente raciocinio
que esculpí en tu sino:
¡Sé ante todo libre!
Ignora todo código
que pretenda anclarte
a la pequeñez de nadie.
Encuentra aún, gentil,

en el río sutil de las desesperanzas
la aurora de tu paz
y siempre tus verdades.

(El temple de la roca es inmortal
hasta que el hombre-genio
modela sus estirpes)

Objeta siempre el cause
de los discretos pasos
y la ineptitud eterna
de los susurros cautos.

Esgrime las palabras
con la Cruz de frente;
el dogma y el ritual
son sólo circunstancias:
¡La arena del océano!...

Encuentra tu solaz
sobre el pupitre
del profundo quehacer de los sentidos
y heredarás un tiempo
de cobijar banderas.

Registra el agrio cálculo
recordando siempre
que a pesar del axioma
-teorema del sofisma-
habrá perpetuo trigo
espigando sus dones
y habrá niños bebiendo
la eternidad de un pecho.

Y cuando el sordo pan
se transmigre en misterio
para las muchedumbres
y para algunos sea
tal vez un simple acaso
superficial y absurdo,
agradece varón
por ser un convidado
¡en la rústica mesa de los desamparados!.

Habita el hombre-artífice
-mansiones sin frontera-
-agreste sucesión de signos interiores-
y tu siembra traerá
el fruto sempiterno
de la palabra plena.

Cuando el tarot del triunfo
pretenda interrogarte,
pesca la cábala en tus redes
y séllala en la Biblia
del labrar sencillo.

Huye de los límites
absurdos, insaciables;
tal vez fue el pecado
capital del hombre
poner límite a su pan y sus alforjas.

Atrapa los designios
en las arias del viento
que nunca es igual
ni siquiera a sí mismo
ni marca el mismo día en ningún calendario.

Y cuando el tiempo sea
apenas un arpegio
de vientres en potencia,
reclama de las vides:
la vida,
el canto frágil,
el paso substancial,
¡La alianza de los brazos!...

Aclama el silabario
de la letra estricta
y estalla tu crucial envergadura
en el mar de algún canto
que justifique el hombre.

Y cuando al final del tiempo
encuentres el Grial,
la vera del ideal:
¡Ninguna melodía
habrá de sofrenar
tus voces interiores!...

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