domingo, 26 de fevereiro de 2012


O grande poeta espanhol, Miguel Hernandez nasceu em 1910 em Orihuela no Levante espanhol.
Intercalou estudos com o ofício de guardador de cabras.
Foi na sua natal Orihuela que Miguel Hernandez começou a sua intensa leitura e estudo dos grandes poetas do Siglo de Oro, e deu início às suas primeiras tentativas poéticas. Após uma primeira tentativa fracassada em Madrid, consegue à segunda, obter o reconhecimento. Cria novas amizades e conhecimentos, entre os quais se destacam Pablo Neruda, Rafael Alberti, Cernuda, Vicente Aleixandre, que o aproximam do surrealismo e da poesia comprometida.
Com o início da guerra civil, entrega-se por inteiro à República e ao exército republicano e coloca o seu talento literário ao serviço da causa republicana. Aderiu aos ideais comunistas.
Com a derrota dos republicanos, intenta passar a fronteira portuguesa. É preso e devolvido a Espanha. Pena de cárcere em cárcere até que a tuberculose o atinge fatalmente e morre a 28 de Março de 1942.
A sua obra que vai do teatro à prosa é testemunho do seu génio. Mas é na Poesia que atinge a plenitude.
Destacam-se na sua obra poética: Poemas Sueltos, Perito en lunas, Imagen de tu huella, El rayo que no cesa, Viento del Pueblo, Poemas últimos, a que pertence o poema aqui transcrito.




MUERTE NUPCIAL

El lecho, aquella hierba de ayer y de mañana:
este lienzo de ahora sobre madera aún verde,
flota como la tierra, se sume en la besana
donde el deseo encuentra los ojos y los pierde.
Pasar por unos ojos como por un desierto:
como por dos ciudades que ni un amor contienen.
Mirada que va y vuelve sin haber descubierto
el corazón a nadie, que todos la enarenen.
Mis ojos encontraron en un rincón los tuyos.
Se descubrieron mudos entre las dos miradas.
Sentimos recorrernos un palomar de arrullos,
y un grupo de arrebatos de alas arrebatadas.
Cuanto más se miraban más se hallaban: más hondos
se veían, más lejos, y más en uno fundidos.
El corazón se puso, y el mundo, más redondos.
Atravesaba el lecho la patria de los nidos.
Entonces, el anhelo creciente, la distancia
que va de hueso a hueso recorrida y unida,
al aspirar del todo la imperiosa fragancia,
proyectamos los cuerpos más allá de la vida.
Espiramos del todo. ¡Qué absoluto portento!
¡Qué total fue la dicha de mirarse abrazados,
desplegados los ojos hacia arriba un momento,
y al momento hacia abajo con los ojos plegados!
Peron no moriremos. Fue tan cálidamente
consumada la vida como el sol, su mirada.
No es posible perdernos. Somos plena simiente.
Y la muerte ha quedado, con los dos, fecundada.

Sem comentários:

Enviar um comentário