quarta-feira, 12 de março de 2014

Uma poesia da poetisa porto-riquenha Ana María Fuster:

Desde el desierto de las sombras


Estoy en el desierto de las sombras:
aquí, la muerte serena tomó café junto a mi reflejo,
una niña observa,
sólo queda la dorada huella de sus pies sin cuerpo
desde su boca de lágrimas navega el mar de los exilios.
Creí soñar con su mirada,
con sus manos al cielo, tan pequeñas,
que acurrucaron mis dolores y sonreían en mi aliento
danzar quise junto a su recuerdo,
pero, como siempre, huye.

Aquí, la noche es una ventana hacia el abismo.
Me asomo, me falta el aire
y un abandono de silencios duele en el alma
y la venganza es un eclipse de miedos deshabitados
Sigo aquí, aunque la soledad me hace el amor cada mañana...
no tengo miedo,
los minutos me aman en las noches.

Mi diario sobrevive con arena y versos ajenos;
secretos de nuevas risas, espejos y caricias.
Pero a página llega a su fin,
y pretendo morir bajo el árbol de su nombre de niña perdida
porque talaron hasta la última primavera de una ciudad sin cuerpos.

Recuperé la voz en el desierto de las sombras
fue tarde, demasiado tarde…
Mis palabras peregrinaron tras las huellas de sus ojos,
respiró el aire de mi sombra alejada en otro eco
y es que el tiempo jugó a la ruleta con un pirata,
muriendo sangres de manantiales deshidratados
y así como el poeta, tampoco me quedan muertes para nacer,
sólo unas cuantas botellas vacías y la espera…

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