Vicente Aleixandre, é autor deste Sábado, quase Primavera, ainda Inverno.
Vicente Aleixandre nasceu em Sevilha em 1898 e faleceu em 1984.
Através de Dámaso Alonso toma conhecimento da poesia de Ruben Dario, Juan Ramón Jimenez e Antonio Machado, facto que provoca em Vicente Aleixandre uma paixão profunda pela poesia e o afasta gradualmente da actividade de jurista.
Membro de pleno direito da Geração de 27, conhece Cernuda, Lorca e outros poetas.
Depois da guerra civil não se exilou, apesar do seu ideário anti-franquista.
Recebeu o Prémio Nobel da Literatura de 1977.
Fica esta poesia extraída da La destrucción o el amor
Vicente Aleixandre nasceu em Sevilha em 1898 e faleceu em 1984.
Através de Dámaso Alonso toma conhecimento da poesia de Ruben Dario, Juan Ramón Jimenez e Antonio Machado, facto que provoca em Vicente Aleixandre uma paixão profunda pela poesia e o afasta gradualmente da actividade de jurista.
Membro de pleno direito da Geração de 27, conhece Cernuda, Lorca e outros poetas.
Depois da guerra civil não se exilou, apesar do seu ideário anti-franquista.
Recebeu o Prémio Nobel da Literatura de 1977.
Fica esta poesia extraída da La destrucción o el amor
NOCHE SINFÓNICA
La música pone unos tristes guantes,
un velo por el rostro casi transparente,
o a veces, cuando la melodía es cálida,
se enreda en la cintura penosamente como una forma de hierro.
Acaso busca la forma de poner el corazón en la lengua,
de dar al sueño cierto sabor azul,
de modelar una mano que exactamente abarque el talle
y si es preciso nos seccione como tenues lombrices.
Las cabezas caerían sobre el césped vibrante,
donde la lengua se detiene en un dulce sabor a violines,
donde el cedro aromático canta
como perpetuos cabellos.
Los pechos por tierra tienen forma de arpa,
pero cuán mudamente ocultan su beso,
ese arpegio de agua que hacen unos labios
cuando se acercan a la corriente mientras cantan las liras.
Ese transcurrir íntimo,
la brevísima escala de las manos al rodar:
qué gravedad la suya cuando, partidas ya las muñecas,
dejan perderse su sangre como una nota tibia.
Entonces por los cuellos dulces melodías aún circulan,
hay un clamor de violas y estrellas
y una luna sin punta, roto el arco,
envía mudamente sus luces sin madera.
Qué tristeza un cuerpo deshecho de noche, qué silencio,
qué remoto gemir de inoíbles tañidos,
qué fuga de flautas blancas como el hueso
cuando la luna redonda se aleja sin oído.
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